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Cuando hablamos de evolucionismo, nos referimos fundamentalmente a la
teoría biológica según la cual las especies de seres vivos han cambiado a lo
largo de la historia y las especies actuales descienden de otras más
primitivas, de las que tenemos noticia por los restos fósiles. Esta
teoría defiende la existencia de parentescos entre las distintas especies. Aunque
el evolucionismo tiene un lejano antecedente en la filosofía
de Anaximandro (s. V a. C.), es sólo a partir de la segunda mitad del
siglo XIX cuando se introduce y desarrolla en la ciencia, sustituyendo a las
explicaciones fixistas. Los representantes más destacados del
evolucionismo en el siglo XIX fueron Lamarck y Darwin.
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Con respecto a
los aspectos más destacados dentro de la biografía de Darwin tenemos que su
nombre completo fue Charles Robert Darwin, nació en Sherewsbury el 12 de
febrero de 1809. Era hijo de un médico de buena posición y nieto del famoso
médico, filósofo, naturalista y poeta inglés Erasmus Darwin. A pesar de cursar
estudios de medicina en Edimburgo y de teología en Cambridge (inducido al
parecer por su padre, muy preocupado por su futuro), su interés principal,
estimulado entre otros motivos por la lectura de las obras del alemán Alexander von Humboldt, se centraba en las ciencias
naturales.
Este interés le impulsó a incorporarse, en calidad de naturalista de la
expedición, al periplo alrededor del mundo del H.M.S. Beagle (1831-1836), al
mando del capitán Robert Fitzroy, lo cual lo llevó a viajar por América del
Sur, las islas del Pacífico, Australia, Nueva Zelanda y el sur de África.
Durante los viajes acopió gran cantidad de materiales de todo tipo y realizó
las detalladas observaciones que le permitieron, a su regreso al Reino Unido,
enunciar la llamada teoría de la evolución, cuyos primeros esbozos comenzaron a
tomar forma en 1837 y que tardaría más de dos décadas en ver la luz.
Aunque esta
teoría le valió el reconocimiento universal, sus investigaciones le permitieron
también confirmar la llamada teoría uniformista del geólogo escocés Charles Lyell (1749-1875), comprobar las
relaciones existentes entre las rocas plutónicas y la lava volcánica y
establecer las bases de la llamada teoría de la deformación. Formuló asimismo la
teoría acerca de la formación de los arrecifes coralinos en vigor en la
actualidad. Entre sus diversas observaciones tuvieron gran importancia los
estudios efectuados en las islas Galápagos acerca de la gran diversidad de
pinzones de aquellas latitudes, todos ellos perfectamente adaptados a
diferentes nichos ecológicos.
La combinación
entre sus trabajos de campo y la lectura de una obra muy en boga por
entonces, Ensayo sobre el principio de la población,
de Thomas R. Malthus, le inspiró el desarrollo de la
concepción básica de la teoría de la selección natural. El fruto de sus
trabajos, basados en métodos que han constituido auténticos modelos para la
investigación científica posterior, lo plasmó, esencialmente, en su obra Sobre el origen de las especies, que se agotó el mismo
día de su publicación (24 de noviembre de 1859) y fue traducida casi de
inmediato a la mayoría de los idiomas cultos.
En dicha obra, Darwin propone, por un lado, que las especies no son
inmutables, evolucionan con el tiempo y descienden unas de las otras; y, por
otro, que la principal causa de la evolución es la llamada selección natural,
es decir, la supervivencia de los mejor adaptados, que, gracias a dicha
adaptación, disponen de mayor cantidad de oportunidades para salir airosos en
la lucha por la obtención de unos recursos limitados (alimentos, etc.),
imprescindibles para su supervivencia.
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Evolución y
selección natural son términos que suelen aparecer juntos, pero ambos conceptos
ni son sinónimos ni están a priori necesariamente ligados. Las especies que
ahora pueblan la Tierra proceden de otras especies distintas que existieron en
el pasado, a través de un proceso de descendencia con modificación. La
evolución biológica es el proceso histórico de transformación de unas especies
en otras especies descendientes, e incluye la extinción de la gran mayoría de
las especies que han existido. Una de las ideas más románticas contenidas en la
evolución de la vida es que dos organismos vivos cualesquiera, por diferentes
que sean, comparten un antecesor común en algún momento del pasado. Nosotros y
cualquier chimpancé actual compartimos un antepasado hace algo así como 5
millones de años. También tenemos un antecesor común con cualquiera de las
bacterias hoy existentes, aunque el tiempo a este antecesor se remonte en este
caso a más de 3000 millones de años. Ahora bien, la idea de evolución por si
sola es un concepto abierto, es una descripción mecánica de cambio que no dice
nada acerca del motor o la fuerza creadora que subyace a la transformación.
Así, en principio, la evolución puede estar dirigida por leyes inmanentes de la
materia, o por una divinidad creadora, o por fuerzas ciegas, etc.
Podemos acotar el ámbito de los posibles mecanismos evolutivos al considerar
las producciones de la evolución biológica. La complejidad es inherente a lo
vivo. Cada organismo presenta estructuras o comportamientos altamente
improbables que le permiten autoensamblarse y perpetuarse fuera del equilibrio
termodinámico, y no puede explicarse por unión al azar de sus moléculas
constituyentes. Esta complejidad característica de los organismos vivos se
manifiesta en forma de adaptaciones y son, sin duda, el aspecto que más nos
fascina cuando estudiamos cualquier especie. La habilidad que muestran las
arañas cuando tejen su tela, la conducta rígidamente jerarquizada de una
sociedad de hormigas, el camuflaje en forma y color de muchas especies con su
medio, la delicada complejidad de un ojo,... Órganos, estructuras, conductas,
suelen estar diseñados para la supervivencia y la reproducción. Pero ¿cómo se
producen? Darwin introdujo precisamente el mecanismo de la selección natural
para explicar las adaptaciones complejas y características de los seres vivos.
Consideremos la aportación de Darwin en el contexto de la biología del siglo
XIX.
En 1802 el teólogo W. Paley publicó la obra Teología natural, en la que argüía
que el diseño funcional de los organismos evidenciaba la existencia de un
creador omnisapiente. Según él, el ojo humano, con su delicado diseño,
constituía una prueba concluyente de la existencia de Dios. Para los
naturalistas que querían explicar los fenómenos biológicos por procesos
naturales, explicar la adaptación, la maravillosa adecuación de los organismos
a su ambiente, constituía el problema fundamental. El argumento del diseño de
Paley tenía una gran influencia en los naturalistas del XIX, a pesar de que
esta visión intervencionista violaba flagrantemente el concepto de naturaleza
que se había establecido con el desarrollo de la flsica en los siglos XVI y
XVII. Los fenómenos del Universo, según esta nueva concepción, eran explicables
por procesos naturales. La naturaleza, per se, era un objeto lícito
para preguntar y contestar científicamente. Con el Origen de Darwin se
introdujo esta revolución en la Biología. Lo verdaderamente revolucionario en
Darwin fue el proponer un mecanismo natural para explicar la génesis,
diversidad y adaptación de los organismos (Fig. 1 y 2).
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Fig. 2.- El gran
reto de Darwin era explicar las complejas adaptaciones de los organismos vivos,
como el diseño funcional de un ojo, por mecanismos naturales. La solución de
Darwin fue proponer el mecanismo de la selección natural.
Para imponer su teoría de la evolución y de la selección natural, Darwin tuvo que introducir una nueva forma de entender la variación en la naturaleza, el pensamiento poblacíonal (Mayr, 1976). En el tiempo de Darwin las especies se consideraban entidades fijase inmutables; representaban a un tipo platónico, la idea perfecta de la mente de su creador. Las diferencias en la forma, en la conducta, o en la fisiología de los organismos de una especie no eran más que imperfecciones, errores en la materialización de la idea de la especie. En contraste con esta visión esencialista dominante, la variación individual, lejos de ser trivial, era para Darwin la piedra angular de la evolución. La variación en el seno de las poblaciones de las especies es lo único real, es la materia prima de la evolución, a partir de la que se va a crear toda la diversidad biológica (Fig. 3). Son las diferencias existentes entre los organismos de una especie las que, al amplificarse en el espacio y en el tiempo, producirán nuevas poblaciones, nuevas especies, y por extensión, toda la diversidad biológica.
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Fig. 3.- Bajo la
visión darwiniana, la variación es la única realidad de las especies. No hay un
color de piel en la especie humana ideal o arquetípico. Cada individuo con su
variación característica es un elemento esencial de nuestra especie
Desde el pensamiento poblacional la evolución se entiende
como un proceso estadístico de transformación de las variantes genéticas de una
población. El adjetivo genético aquí no es superfluo, ya que es sólo el
material genético lo que transmiten los organismos a sus descendientes. Bajo
esta perspectiva, la selección natural es tan sólo uno de los factores de
evolución, pues otros factores, tales como la deriva genética al azar, la
migración entre poblaciones, o la mutación genética, pueden también producir
cambios genéticos en las poblaciones. Sin embargo, la selección natural es el
único proceso conocido que permite explicar las adaptaciones de los organismos,
y por eso ocupa una posición central en la Biología Evolutiva.
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Por otro lado, según la biografía de Lamarck tenemos que
su nombre completo es Jean-Baptiste Lamarck, nació en Somme, en el
pueblo de Bazentin, en el seno de una familia noble de tradición militar.
Entre 1755 y 1759 estudiaba con los jesuitas de Amiens y en 1761 inició la
carrera militar alcanzando el grado de oficial el 16 de julio de ese mismo año
en el campo de batalla de Villinghausen.
Un episodio accidental y las lesiones que le ocasiona le impiden continuar
en el ejército (un compañero de milicia, como juego o en el transcurso de una
disputa le alza por la cabeza causándole las lesiones).
Durante un tiempo pasa a trabajar como contable para posteriormente
interesarse por las ciencias naturales. Estudia medicina sin que en ningún
momento llegue a practicarla, interesándose posteriormente por la Botánica
influido por Antoine-Laurent de Jussieu.
En un corto periodo de tiempo, en 1778, termina su primer tratado: Flore
française, que, elogiado por Buffon, es impreso por
"L'Imprimerie Royale" y le abre las puertas de la Academia de las
Ciencias que lo hace miembro el año siguiente. En esta primera obra, Flore
française, aparece su primera aportación a la Biología, utilizando el
método dicotómico para ayudarse en la identificación de plantas, método
actualmente utilizado en botánica y también en zoología.
Trabaja en el Jardin des plantes hasta 1793, cuando a
propuesta suya pasa a convertirse en Museo "d'Historia Naturelle" y
es nombrado catedrático de Ciencias Naturales de los animales inferiores
(invertebrados, término que introduce Lamarck, ya que hasta entonces se
clasificaban como con presencia o ausencia de sangre o animales de sangre
blanca y animales de sangre roja).
El museo se convierte desde un primer momento en una alternativa a la
entonces obsoleta Sorbona. Lamarck inició todos sus cursos con
un Discours d'ouvertureen el que vertía su pensamiento tal y como
este iba evolucionando, algunos de estos discursos han llegado hasta nosotros.
En el discurso de inauguración del curso VIII (1800) esboza las líneas
generales de sus ideas sobre la evolución de la vida que serán desarrolladas en
1809 en su libro Filosofía zoológica.
Entre 1799 y 1811 publicó once anuarios sobre meteorología que han pasado,
por su contenido, como su trabajo menos científico. Consideró que los fenómenos
meteorológicos no eran casuales, que se debían a causas y que estas causas
crearían ciclos por los que sería posible predecirlos, estando, estos anuarios,
salpicados de apreciaciones que se consideraron descabelladas.
En 1802 publica Hydrogéologie concebida como la primera
parte de una trilogía sobre la física de la Tierra, con una segunda y tercera
parte que no llegaron a publicarse: Metéorologie y Biologie,
esta última dedicada a los seres vivos.
En 1809 publica su obra Filosofía zoológica en la
que desarrolla sus ideas evolucionistas convirtiéndose en la primera teoría
sobre la evolución de la vida. Su Filosofía Zoológica circuló
ampliamente y la idea de la evolución de la vida y en concreto su teoría
propiciaron grandes debates que sirvieron pare extender el pensamiento
evolucionista (Lyell en Principles of Geology y Robert
Chambers en Vestiges of the Natural History of Creation la
contestaron desde diferentes posturas).
También le propicio el caer en desgracia Napoleón, quién rechazó en público
un ejemplar cuando se lo ofrecieron, poniéndolo en ridículo.
Gran parte de su obra la desarrolló en el tiempo que estuvo como
catedrático de invertebrados y está referida a estos. En 1801 publica Système
des animaux sans vertèbres, entre 1802 y 1806 Memoires sur les
fossiles des environs de París, y también en 1806 se publica Discours
d'ouverture du cours des animaux sans vertèbres.
Caído en desgracia, uno de sus principales trabajos, sus siete
volúmenes Histoire naturalle des animaux sans vertèbres (1815-1822),
los escribe en gran parte dictándoselos a una de sus hijas, ya que en 1819
queda ciego. Pasa la última parte de su vida ignorado, al cuidado de sus
hermanas, muriendo el 18 de diciembre de 1829.
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